Selección de poemas de El dorso del cangrejo, de Natalia Toledo

Natalia Toledo Paz nació en Juchitán de Zaragoza, en la región Istmo del estado de Oaxaca, México, en 1967. Realizó estudios en la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores Mexicanos (SOGEM). Ha sido becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) en lenguas indígenas en 1994, 2001 y 2004, y del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Oaxaca (FOESCA) en 1995. Es presidenta del Patronato de la Casa de la Cultura de Juchitán. Escribe en zapoteco y español, y es también diseñadora de ropa y joyería mexicana. En 2004, Natalia Toledo escribió Guie´ Yaasé’ (Olivo negro) por el cual recibe el premio Nezahualcóyotl de Literatura.

Cumpleaños

Somos un dibujo terso del viento,
su boca estría nuestras aguas,
la espátula pasa,
pero no somos una superficie rota.
Cuando el mar evaporó mis lágrimas,
una salina nació en el centro de mis ojos.

Tengo una canasta llena de albahaca fresca
y tulipanes para regalar el día de mi cumpleaños,
saldré con mi charola colmada de sonrisas melosas y dádivas alcanforadas.
Yo sé de orfandades,
pero tengo una carpa en donde hago feliz
a quien se atreve a recorrer la cinta de mi enagua.
La muerte pies ligeros

El aroma del viento dulce cesó en mi casa.
Quebrados los dedos del sol
solo queda un horno de barro lleno de lama,
su fuego ya no muerde la palma de mi mano.
La boca del olvido está oxidada.
En los ojos de los míos se borrará la sombra
con la que me amaron.
Sobre la espalda de un perro me sentaré para remar en el mar vivo,
daré monedas para el responso a los hombres
que cobran para entrar en donde es tierno el mundo.
Un cántaro llevaré a mi cadera,
llenaré de polvo de chintul mis cabellos
y sobre una piedra me sentaré a extrañar
todo lo que aquí no pude querer.
Dolor tonto

Es verdad que mi piel te quiso:
cerré los ojos para poder mirar bajo el cielo las estrellas
pero no pude ver ninguna luz contigo.
Entraste a mi casa, eras ya una flor desgranada
como un insecto que se arrastra bajo el suelo del mundo.
Trajiste el tatuaje de lo enfermo.
En mis manos creciste una hamaca derruida
y encerraste mi corazón.
Ahora, ¿en dónde estás?,
¿en qué otra alegría estarás tejiendo con el arpegio de tu dolor?
ESTE CUCHILLO EN ESPERA,
clavado en el aire,
ha despejado las sombras de mi frente.
El amor, lamentable parcela de tulipanes marchitos.
Atravieso el desierto jocosa, sin compañía.
Dije: No más lágrimas, y no he parado de contar estrellas.
A pesar de la danza hermosísima de las palmeras
existe el milagro de estar sola.
No olvides el bejuco de serpientes
en el tobillo de tu infancia.


Te digo una cosa:
De aquella inocente que acariciaba el venado
bajo la púrpura del almendro
solo queda un escorpión que atenta contra sus venas.
Una huella hundida en su propia ropa
cubierta de agua salobre.
Cuando era niña
me gustaba caminar en el lodo,
mi madre metía entre los dedos de mis pies chiles asados
para cicatrizar las heridas.
En ese entonces era eterna
porque mi linaje hablaba con las nubes.
Te digo una cosa más:
te quise porque no te conformaste con la imagen
que te ofrecía mi pozo y en la casa de mi ombligo
entendiste por qué tuve la necesidad de ser otra.
Saber quién era y cómo entre tanta maleza también hubo felicidad.
Dijiste:
Dime de qué canciones está hecha tu cuna.
Sí, dije:
Hay una babel enroscada sobre mi espalda,
pero ya no hablo con nadie,
dejé de hablar la lengua de los silentes,
he revelado mi signo,
ya no tengo rostro.
Mi retrato es un soliloquio con todo lo que dejó de tener vida,
el viento desarticuló mis semillas.
Cuando mi raíz hizo crac
me fui caminando sin volver la vista.

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