Selección de poemas de El reino de los peces (Editorial Barnacle, 2021).
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Mi memoria hecha de fragmentos
de vos, de tierra arrojada sobre baldíos, tan
abandonados como una osamenta iluminada por la luna,
y el humo que esparce la calma cuando ya es
demasiado tarde pero aún así, todavía a tiempo.
Regresás pero retrocedés, un orificio en el presente,
una mantis que fagocita a otra, siempre en el pasado,
y un futuro que no promete nada de calma, salvo
bajo una idea de encierro y separación.
Todas tus flores apuntan hacia el cielo,
aunque las nubes prometan escarnio, soledad
de ala batiente, como de pájaro, como de hombre
odiado en secreto, por más que suene la melodía
en tu mente, en espera de una visita incómoda y real.
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Odio el día, pero también
la tarde y la noche. No me pidan amor,
es un pájaro mojado a la vera de un río,
solo, en un mundo lleno de gente.
Busquen ustedes la salida, el pensamiento,
la cara de una moneda reluciente,
su plenitud encima de un animal corcoveante.
Ya temprano luché en todas las batallas,
se asomó la cordura a decirme que no existe,
que es un animal extinguido en el desierto,
la fl or de un cactus que se abre y se cierra.
Maldita la naturaleza que se cierne para que la toque,
los pájaros eléctricos a su alrededor;
pero más maldito mi cuerpo en este sitio,
los nervios a punto de desprenderse,
la sensibilidad de un insecto herido.
Huyo mientras puedo sobre el lodazal,
mía es la furia, y la fiebre.

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No conciliar el sueño cuando
éste sea la gema de la noche,
habitar entre los delirios la música
del paisaje, un monumento a los vástagos,
a las raíces desprendidas del desierto.
E incendiar papeles como pensamientos,
flores rojas, y darse a la huida antes
de tocar fondo, ser un mendigo en una silla
antigua como las ruinas de lo que oímos
en los comienzos. Y que se detengan las nubes
entre la maleza, la bruma y los insectos.
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Qué persona soy,
bajo los efectos de qué, las creencias
de quién, la ira en lo bajo de una curva,
la vitamina que encamina el pensamiento
hacia una música sostenida por bajos y cipreses,
en el lodo y su pantano, sus mariposas negras,
en el estiércol que fermenta ante el sol,
su brillo de invierno; y la chaquetilla blanca
que aparece y suelta su discurso,
la posibilidad de mirar la copa de un árbol
y en el éxtasis verlo verde, como si estuviera.
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Activar el pensamiento en el límite
con la violencia, hasta dar con el presagio,
con el movimiento nocturno del laurel y la acacia,
en donde se cuecen las decisiones del día por venir,
con la rabia que moviliza la mandíbula hacia el frente,
hacia el hueco, en un contorno de miradas al cielo,
cuando las estrellas se esconden, ocupadas
en caer sobre los techos, como bestias.
Diego Brando nació el 29 diciembre de 1987 en Leones, Córdoba, Argentina. Realizó estudios terciarios en el ISFD Mariano Moreno de Bell Ville en donde se recibió de Profesor en Lengua y Literatura. A fines de 2016 publicó Frontera por Editorial Vilnius, en el 2018 Todo lo que se hunde por el mismo sello y en el 2021 El reino de los peces por Editorial Barnacle. En nuestro número 16 se publicó una selección de poemas inéditos.