Un soneto a Orfeo, de Rilke – Trad. de Daniel Schechtel

De la segunda parte de los Sonette an Orpheus de Rainer Maria Rilke, el poema número 2, traducido por Daniel Schechtel.

So wie dem Meister manchmal das eilig
nähere Blatt den wirklichen Strich 
abnimmt: so nehmen oft Spiegel das heilig 
einzige Lächeln der Mädchen in sich, 
wenn sie den Morgen erproben, allein, – 
oder im Glanze der dienenden Lichter. 
Und in das Atmen der echten Gesichter, 
später, fallt nur ein Widerschein. 
Was haben Augen einst ins umrußte 
lange Verglühn der Kamine geschaut: 
Blicke des Lebens, für immer verlorne. 
Ach, der Erde, wer kennt die Verluste? 
Nur, wer mit dennoch preisendem Laut 
sänge das Herz, das ins Ganze geborne.

En su versión, Schechtel respeta la estructura armónica de las rimas, aunque homogeneiza el ritmo al clásico endecasílabo español. A pesar de la decadencia de la poesía celebratoria en un mundo asimismo decadente, rescatamos esta esperanza Rilkeana que, como los antiguos Nahua, como Antonio Machado, como la tradición trovadora, acaso como San Juan de la Cruz, entre tantos otros, halla en el corazón el garante de la vida, es decir, el basamento de la pérdida, de la fe y de la memoria.

Como, a veces, la hoja, apresurada,
roba al maestro el trazo verdadero,
así, el espejo quita a la sagrada
sonrisa de la joven su asidero,
cuando ella ausculta, sola, la mañana,
o a la luz de una lámpara leal.
Y el aliento de su rostro real,
más tarde, apenas un reflejo mana.
Qué habrá mirado el ojo en las cobrizas,
desfallecientes brasas del hogar:
atisbos de la vida, ya extraviados.
Ah, Tierra… ¿quién conoce tus cenizas?
Quien, a pesar de ellas, al cantar
alabe el corazón, al todo dado.

Fotografía de una parrilla en llamaradas y una mano con atizador. De Mauricio Schechtel.
Fotografía de Mauricio Schechtel

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