
cebra
un animal que tiene el color de lo irresuelto
que concentra el mudo mestizaje del idioma
aparece en esta habitación mi cuerpo
boca abajo se da vuelta sabe que está ahí
el ungulado dios hembra al despertar pienso:
su belleza es propia de la muerte
la mirada parda se extravía en un paisaje
cercano a lunas y soles indolentes
a esta hora se fueron las sombras
subo la persiana entra la luz
estamos tristes cebra mía le digo
mientras beso la huella de su frente
y descubro la grieta que es refugio y espejo:
también estoy abierta
soy caverna desprolija le muestro
mis tendones atados de impaciencia
el hueco donde fue a parar la infancia
hecha una torre amorfa de ramitas
la sangre como lava surge: mi cebraje es
por dentro y ella vino a refregarme
en los ojos el polvo de pastizales lejanos
para que vea fluir el ardor intempestuoso
de esta vida que se incendia
borrasca
el trueno que acaba de sonar
hunde en los tímpanos su alfiler hirviente
pero lo que importa
son esos dos pichones heridos
que tiritan en la gran sordera del mundo
apuntalan las nubes con sus picos
como si estuvieran en guerra con el cielo
y no saben que hay alguien
llorando a través de un vidrio
caen los primeros coágulos de granizo
el árbol es el inhóspito sitio
donde se revuelve la obra de un dios:
a veces es necesario que rebote un pajarito
contra el asfalto —verlo irse
por la calle que es río sucio y suave—
para caer con todas las articulaciones
golondrina
ha cambiado el curso de los vientos
el filo de esta tarde raja la niebla
su espesura un atado índigo de plumas
se aproxima a mis pies puedo reconocer
el curvo pico los brazos en cruz
el cuerpo inerme traído por las aguas habla
los ingénitos venimos a morir
a las costas del arte
manos impiadosas nos originan
en una lengua desprendemos el silencio
nombramos la vida como decir
trigo caza cuenco ignorando
que esas palabras
surgen del hambre y de la sed
sepulto al ángel bajo el árbol más próximo
inhalo antes de sumergirme en el horizonte
hiedra
un gajo desprendido de la planta madre
bastó para saber que desde mi ventana
colgaría una pequeña selva con el golpe
de frescura necesario para mi cabeza
en los últimos días del verano
de dos mil diecinueve olí el follaje
un mediodía y desperté en mi cuerpo
fui trepando por sitios desconocidos
coros de vocecitas acompañaban el vértigo
de enredarme nervadura a nervadura
fue cierto lo que dijeron las magas
patología diagnóstico extirpar
son palabras que deberías deglutir
hacia el fin de la estación
no voy a contar lo duro que fue partir
río abajo a las serpientes luminosas
en su lugar eché raíces tiernas
como esas hilachas rojizas
que nos raspan los pies al andar
por zanjones agrestes y sirven de nido
a microanimales que quieren desovar:
ya no puedo salir de mí
habito el sistema natural que me une
al mundo y crezco de acuerdo a la luz
Sabrina Usach nació en Mendoza, Argentina, en 1985. Reside en la Provincia de Buenos Aires desde 2014. Es Profesora Especialista en Escritura y Literatura. Actualmente, se encuentra finalizando sus estudios en la Maestría de Escritura Creativa de la UNTREF.
Autora de los libros de poesía Muecas de una voz pájara (Baldíos en la Lengua, 2015), magnética, obra que obtuvo el Premio Provincial Vendimia de Poesía 2018 y fue publicada por el sello estatal Ediciones Culturales de Mendoza, nazca (Gog & Magog, 2022) y la triza en el sueño -12 poemas a luca prodan- (de próxima publicación por Caleta Olivia).
nazca se puede encargar por acá.