Por Daniel Schechtel
y todo se volvió líquido del signo
G. M.
Gastón Malgieri es unx de lxs poetas actuales predilectxs de Gambito de papel. Aunque probablemente a nadie le sirvan los epítetos reduccionistas, a mí me tienta llamarlx lx Poeta del Deseo:
Porque si hay huida también
habrá poema
y si hay poema
indefectiblemente
habrá deseo
Hablar de su poesía de forma precisa (o aun analítica), lo admito, se me hace arduo, ya que, si su poesía efectivamente ronda el deseo, entonces evade la fijación simbólica, el significante último, la palabra cabal. Con todo, intentaré esbozar de modo general algunos rasgos que, a mi entender (y aún sin conocer toda su obra, es preciso aclarar), ya hacen de Malgieri unx granx poeta.
Primero, sus yoes líricos siempre se desnudan y vulneran, pero no desde la confesión prosaica o anecdótica, sino desde la más íntima experiencia, la que nace directamente del cuerpo.
¿Viste esa sensación?
Me refiero a si alguna vez
sentiste en el cuerpo
que algo que creías inquebrantable
empieza a mostrarte los dientes
Ese ruido adentro en los cimientos del pecho
esa pregunta
(Y en otro poema):
Todas las noches
me arrodillo
al costado de la cama
y rezo para que nunca me falle
esa destreza de perra callejera
este don de esconder los colmillos
esta forma de lamer agradecida
la mano del amo que por fin abre la jaula
¿Sería muy pretencioso decir que su poesía propone, por momentos, cierta fenomenología emocional o corporal, pero expresada en el orden de lo fantástico? En todo caso, sus poemas gravitan en torno al encuentro íntimo y abismal de cuerpos y voces, y allí acuden muchas veces las figuras arquetípicas de la Madre y del Padre o le Otre.
Mi madre acaricia con destreza
el estómago de una constelación
y dice:
no habrá dios que alcance
para apaciguar la codicia de tu angustia
No es fácil desembarcar, lira en mano, en ese terreno de cuerpos y voces, tan universal y transitado, sin sonar patético o trillado. Creo que Gastón Malgieri, sin embargo, logra conmover las piedras de esos parajes. Aunque es necesario recorrer todo el poema: no sirve leerlo por recortes.
fui la carnada
mil veces la carnada
Nadie sabe decirme
cómo encallé en esta absurda orilla del mundo
si por azar
o desencanto
Segundo, sus poemas trastocan, dulce o voluptuosamente, el lenguaje con yuxtaposiciones sorpresivas que posponen el sentido último, con lo que jamás sacian el deseo de saber, de comprender cabalmente, de consumar el encuentro.
A partir de este momento
seré mi propio bastión de hematomas
construiré un muro que cerque
esta parcelita miserable
donde crecen verbos mustios
donde agito las branquias
llamando la atención de nadie
Esto gesta versos que podríamos calificar de sugestivos, tanto por lo alusivos como por lo atrayentes.
Cuando mi lengua se acomoda
y soy de nuevo
la señora estupenda de tu fiesta
dejo caer en la constelación de tus hombros
el néctar insólito
de mi parte caníbal
A riesgo de sonar como un literato, me animaría a decir que la poesía de Malgieri garantiza la circulación del deseo, deja abierto su caudal, aun bajo su propio riesgo.
Mal por mí
este afán lírico
del que nunca salgo ilesa
como cada vez que vuelco
de costado mi carne
sobre el maquinal fruto del deseo
Por último, y en consecuencia. Quizá como toda gran poesía, los poemas de Gastón Malgieri no concluyen, sino que buscan, cuestionan, preguntan.
Cada vez que golpeo la puerta
para ingresar en lo novedoso
nadie responde a mi llamado
Mi impresión general es que, al leerlx, acompaño una búsqueda que reconozco como ajena (hay alguien del otro lado que se muestra), pero que también puedo hacer propia. Suena a lugar común. Parafraseo. Al leer a Malgieri, siento que acompaño un proceso ajeno delicado y vertiginoso. Pero eso: acompaño. Quizá por eso su lectura me produce ternura y me hace sentir una mejor persona. Porque hace brotar en mí la empatía.
Cerremos con un comentario editorial. Dije en otro comentario editorial que lxs poetas estética y espiritualmente heterogéneos que publicamos en esta revista postulan el problema del sentido y lo enfrentan de forma auténtica y, por eso, siempre arriesgada. La adopción del yo poético en género femenino de Gastón Malgieri, que le solemos leer en Facebook y que aparece en su nuevo poemario, “El reinado de las abejas”, es uno de esos riesgos loables: constituye una declaración política de identidad. Ésta privilegia, como lo declara lx mismx poeta, la lengua materna en desmedro de la paterna (como si buscara rescatar el Deseo de la fijación tiránica del Nombre del Padre).
Ahora bien, si entendemos el reino de lo espiritual como el espacio donde ensayamos un sentido último de las cosas, personalmente creo que una forma de explicitar la propuesta espiritual de Malgieri sería argüir que está centrada en la búsqueda del deseo, en su identificación e incorporación.
Llego tarde a todas las tendencias:
a las literarias
a las de los vestidos adecuados para la estación que se avecina
y principalmente
a las del deseo
Entiendo que, para Jacques Lacan, el sentido del sujeto se anuda cuando reconoce y asume su propio deseo; ese sentido se construye, si el sujeto asume el anudamiento particular que hace del mundo, con sus narraciones y sus fantasmas.
Me cuento este cuento a mí misma
tratando de ordenar
el terraplén de las cosas que nunca pronuncio
y no hay caso
(Y en otro poema):
Por eso escribo
Para que el eco del daño pretérito
no arranque de la memoria
de una vez y para siempre
el olor a barro en mis mejillas
después de visitar
el lado luminoso del bosque.
Bajo esa luz, creo que, en su búsqueda de libertad (pero ojo: libertad deseante y responsable, la libertad de conocer los propios límites y el propio anhelo a partir del propio pasado), la poesía de Gastón Malgieri nos brinda los fulgores verbales que el escurridizo deseo hace estallar en el lenguaje;
Te absuelvo
es mi boca despoblada
la que intenta decir algo cierto
sobre el delirio
adherida como estoy
a los harapos de la poesía
Es decir, nos muestra las contradicciones que el deseo, en tanto verdad subjetiva, revela en esa contienda emocional y existencial que desplegamos con nuestro ser y cuerpo y con los de lxs demás (sea el Padre, la Madre, le Otre).
Te escribo mensajes breves
cuidando los adjetivos
que «abrazo» no suene a «desgracia»
y viceversa
Te escribo adiestrado
mecánico
insolente
para que cuando todo arda
(porque todo va a arder)
no reclames para vos
el privilegio de esta herida que me nombra

En el número #14 de Gambito de papel tenemos el gusto de publicar dos poemas de su último libro, El reinado de las abejas (Ed. Camalote), así como dos poemas inéditos. A continuación compartimos dos poemas que fueron incluidos en nuestro 10mo número, del año 2018.
11
Mi madre me devuelve el gesto
apaga veladores
acomoda mi frazada y tiembla
antes de narrarme
esa fábula de sí
en la que soy
su potrillo con poderes
un caballo chico que atraviesa
(dice)
malezas y pesadillas
con la impunidad lamiéndole el lomo
El linaje nunca te será suficiente
para abrazar la mitología, susurra
Tus atributos (como los míos) son más vulgares
cierta furia en el paso
como quien sabe del pantano su matriz
cierto avanzar sin rumbo
sin correlato
ni euforia
Somos animales poco útiles
Y cuando nombro en vos
algo del orden de lo fantástico
quizás es porque me dejo atravesar
por ese constructo del “instinto materno”
pura teoría vetusta que engrampa
a este cuerpo dos vocablos
Vos sabés, hijo mío
que algunas campañas supe ganarlas
en campo abierto,
sola
con una lanza sin filo
apuntándole a fantasmas improbables.
Vos sabés
—y quizás esos sean tus dones—
que tu madre no tuvo
ni tendrá ahora
nada heroico para ofrendarte
Que si algo heredaste
si algo de mí
transpira en vos
es esa facultad de pasar desapercibidas
Nadie sabe qué añoramos las bestias de carga
nadie nos pregunta nunca si queremos ver
más allá de la rectitud del tapaojos
Se espera
como nuestro único horizonte posible
que marchemos solitarias
abriéndonos paso sin cuestionar
callándonos antes la fusta que nos doblega
Y que podamos dormir a la intemperie
sin hacer ruido.
Y a la mañana siguiente
repitamos el esquema
de la sumisión asignada a estos cueros
Mi madre repite el gesto
cada noche
y su relato es como un mantra
que no persigue trascendencia alguna.
La tarde que cerré sus ojos
para terminar
de una vez por todas
con el trabajo sucio que la metástasis hizo
sobre los pocos órganos que le quedaban en pie
supe que la infancia sería
de ahí en más
un campo minado que se atraviesa
a oscuras
sin más escudo que empuñar
que el eco de nuestras narraciones.
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40
Practicamos un sexo torpe, eufórico
lo que teníamos en mente
incluso ese precipicio de la certeza
se desvaneció en saliva.
Eso es el miedo, dijimos
y todo se volvió líquido del signo,
fragmentación
humo
De la madrugada en que quedamos exhaustos
sólo queda esa viscosidad
manchando la palabra
dos bocas
que sin pronunciar
se alivian