Por Daniel Schechtel
Cifré el rencor en símbolos y un Juicio
que ni Giovanni el Santo habría soñado.
Escribí mi evangelio en un puñado
de cantos, apiadándome del vicio,
que condené, al amparo de apañado
guía y de Amor, cuya Luz me dio auspicio.
En exilio y forzado al armisticio,
empuñé la terzina. Dos añado:
Por la patria y Beatrice traicionado,
fingí piedad buscando la salvezza
(en el segundo canto lo he esbozado),
no en la espada imperial del Bien (l’altezza
de Eneas) ni en Verdades del Papado,
sino en la clara fuente: la Bellezza.