Ojalá las paredes gritaran o Hamlet es millenial

Ojalá las paredes gritaran

de Paola Lusardi y Leila Martínez

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Por Daniel Schechtel

¡Millenials! les grita Polonio a los adolescentes Hamlet y Horacio, intentando que bajen el volumen de la música electrónica y, simultáneamente, inaugurando el diálogo de la obra. Y escribo diálogo porque, en rigor, la obra ya ha comenzado al ingresar por la puerta de esa casona en el barrio de Colegiales. El público se ubica en una pequeña platea hecha de tablones a lo largo de la oblonga sala principal, frente a un ventanal que da a un patio interno. Sin anuncios previos, se descubre que Polonio está en la cocina charlando con Claudio y Gertrudis e intentando hacer bajar el volumen de la música a Hamlet y Horacio.

Hamlet (Julián Ponce Campos), un adolescente millenial, amante de la música electrónica, irreverente e hiperquinético, es el atribulado hijo de un empresario millonario recién fallecido y de Gertrudis (Antonella Querzoli), una osada madre histriónica y descuidada. Ella acaba de casarse con Claudio (Martín Gallo), el hermano del difunto y tío de Hamlet. Polonio (Augusto Ghirardelli), el consultor de la empresa y amigo de Claudio, anuncia que hay un puesto vacante para el adolescente perturbado, quien sólo desea matar a Claudio para vengar el asesinato de su padre. Cierran el elenco Ofelia (Mariana Mayoraz), hija de Polonio, la tímida y frágil amante de Hamlet, y Horacio (Santiago Cortina), el mejor amigo del adolescente, confidente y silencioso. Los circunstanciales cambiaron sus rostros, pero el fondo narrativo y los caracteres son los mismos. Shakespeare.

Las directoras y autoras Paola Lusardi y Leila Martínez apostaron a una adaptación contemporánea. Sí, Claudio es un ser despreciable y ambicioso, aunque también machista y obsceno. Sí, Gertrudis es contradictoria y distante, aunque también sensual y excéntrica. Sí, Polonio sigue siendo retórico y conciliador. Sí, Hamlet es indeciso e irónico, aunque también prepotente y desmedido; y sí, también declama dos soliloquios, y aunque el ser o no ser no se pronuncia, se respira. Sin embargo, por supuesto, hay variaciones: las acciones se desarrollan, clásicamente, en una sola noche (o día, según el turno al que se asista). Varios personajes isabelinos desaparecen, especialmente Laertes. Horacio es apenas parte del montaje escénico y, además, el encargado del sonido y la música, que acompañan de manera espeluznante los momentos más tensos de la obra, pero también los más hilarantes. En la versión nocturna (puesto que los eventos de esta casona se pueden presenciar tanto  de día como de noche), la iluminación juega un papel esencial; dos ejemplos: la muerte de Ofelia es un chorro de agua que cae en el patio desde el cielo y el cuerpo de Ofelia, ausente, está representado por la luz roja que baña las paredes del patio; cuando Hamlet vive la epifanía de su padre, lo que vemos es una luz blanca proyectada sobre el actor. La epifanía, además, es más bien un episodio psicótico.

Previsiblemente, la obra retoma el psicoanálisis de Freud y Lacan y el análisis de Ernest Jones, y el libreto es hijo de la ineludible tradición sexualizada de la obra, fundada por la versión de John Barrymore y Thomas Hopkins de 1922. Se percibe muy extensamente; dos ejemplos: La escena de Hamlet y la madre se erotiza (Hamlet la besa); y hay referencias explícitas a Edipo Rey: Edipo es el nombre que Claudio le da al personaje que es envenenado en la obra de teatro incrustada que improvisa Hamlet para acusar a su tío de asesino y hacerlo revelar su crimen, y Claudio, en otra escena, explica la furia de Hamlet con el complejo de Edipo que presuntamente sufre el adolescente y que lo hace desear sexualmente a su madre.

Como drama moderno, se percibe claramente la tensión entre ficción y realidad. Sus límites se desdibujan: Gertrudis practica un soliloquio, ayudada por Polonio; asistimos, obviamente, a la ya mencionada escena teatral incrustada, en la que el Claudio porteño rompe la cuarta pared dirigiéndose distraídamente al público; en otra escena, Hamlet dirige una pregunta a la audiencia. Además, se juega con la forma: Hamlet “pausa” dos veces la obra para pronunciar dos apartes y, la segunda vez, ante la queja de Gertrudis, se justifica diciendo que es una “convención”. Por último, varias veces los personajes se tratan de “actores” o se acusan de montar escenas.

Por último, si atendemos a la crítica de T. S. Eliot al clásico de Shakespeare, la adaptación representa un progreso: a diferencia de los verbosos soliloquios shakesperianos, las emociones de la versión porteña sí se encuentran objetivadas en elementos externos: un salivazo de Hamlet en la ventana, un chorro de agua para la muerte de Ofelia, una banana para el hedonismo negligente de Claudio, un martillo que representa a Hamlet padre (y que luego empuña Claudio), una regadera con agua que empuña Ofelia para regar las plantas y que luego vacía en la alcantarilla.

En suma, si las acuñaciones verbales de Polonio (como puertunidad), la oblicua referencia a Claudio como rey (cuando Polonio le habla de la empresa y lo termina elogiando), y el soliloquio practicado de Gertrudis nos llevan a Shakespeare, el tratamiento del espacio (Hamlet declamando un soliloquio colgado de las rejas de la ventana, Polonio perdiendo la vida en el patio interno y fuera del campo de visión de la audiencia) y de la corporalidad (histriónica, acrobática, expansiva), los circunstanciales contemporáneos (la ropa, la música, la época), el constante humor (los comentarios irrelevantes de Polonio con referencia a la picadura de serpientes, los divertidos gritos de Claudio cerca del final, en una de las escenas más tensas de la obra), la flagrante sexualidad (los gestos sexuales incesantes de Hamlet, su abuso de Ofelia y de su madre, y el abuso que Claudio perpetra a Gertrudis) y el gran finale expresivo, coreográfico y coral, por demás espectacular e indescriptible, nos conducen a Lusardi y Martínez, indefectiblemente.

Imperdible.

Ojalá las paredes gritaran, de Paola Lusardi y Leila Martínez, adaptación de Hamlet de Shakespeare, Buenos Aires.

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