DESPUÉS DE LA FIESTA
A Agustina Simón
Las luces se apagaron cuando algune
se percató del sol. Todes se han ido.
Tengo aún el portazo en el oído
que se tragó el rumor. No quedó ni une.
Los objetos se vuelven esculturas
y esconden cuál ha sido su pasado.
La noche ha sido infierno y yo, extrañado,
no encuentro la razón de estas locuras.
Hasta que oigo una hornalla rechinar,
y el susurro del té, que se desnuda:
se abre el cielo en la noche (al fin desierta).
Aparece tu voz. Al conversar,
se nos enfría el té y no queda duda:
quería estar con vos en la hora muerta,
seamos siempre los dos en la hora muerta.
Por Daniel Schechtel