Por Daniel Schechtel
Casandra (en un patio de Troya, de noche)
Condenada a este patio de visiones
no soporto la imagen del sepulcro
de Troya, que bien lejos de ser pulcro,
será escombros, cenizas, mil canciones.
No soporto el saber que habrá un Homero
Que relate en hexámetros la muerte;
El futuro del mundo es de tal suerte
Que nosotros crearemos el primero
De los grandes relatos de la historia.
¿Qué tendremos de grande? No me atrevo
A cuestionar el jarro del cual bebo:
El futuro del mundo, mi memoria.
Porque en mi mente Héctor ya está muerto
Y Aquiles decidió morir en Troya
Que arde y crepita como una gran olla
Cociendo su interior a cielo abierto.
No creo que la belleza esté en un verso
Que atrase en descripciones un suplicio.
Más bien veo en su audiencia un mal y un vicio
Y en el poeta, amor por lo perverso.
Y sin embargo yo he aclamado obras:
Esquilo, Homero, Chaucer son algunos
De los que han retratado inoportunos
Momentos de mis viajes y zozobras.
Los he aclamado, bien por vanidad
(hay un placer secreto en ser nombrados
En sitios donde nunca hemos estado
Por alguien que no tiene identidad),
O bien porque ellos saben de mi pena:
Saben que pude haber tenido a Apolo
Pero no quise, y me acusó de dolo
Y me escupió en la boca una condena:
Ya todo sucedió bajo el gran astro,
Veo a un lado y otro como ve el bifronte;
No hay novedades sobre el horizonte
Por eso no camino mas me arrastro.
Así son quienes rigen nuestro hado:
Vanidosos escribas sin paciencia;
Parecen olvidar que en la consciencia
El deseo es fugaz: no está grabado.
Inútiles soberbios de alabastro
Y mármol, lograrán ser más eternos
Cuando transformen Troya en nueve infiernos
Y en versos los convierta algún poetastro.
Pero ya hablé de Homero y sus delitos.
No hay mal que justifique la belleza
Incluso llego a creer que en la cabeza
De todos se proyectan ya los gritos,
Pero hacen oídos sordos y se entregan
Al fuego de los hechos como leña.
O ignoran que una quemadura enseña,
O disfrutan el drama que despliegan.
Si bien de adivinar lejos me cuido
Hubo una noche calma en que vi el día
En que termina toda travesía…
¡¿Quién andá ahí?! ¿De dónde es ese ruido?
Jeromías (desahuciado, sucio, desprolijo, barbudo, aparece ebrio con un jarro vacío en la mano)
Al oír tu gran voz di con la vida
Y en este patio toca fin mi trance
¿Pues no comienza aquí un nuevo romance?
Quizá tú lavarás por fin mi herida.
Casandra (asustada)
¿Cómo es que no te he visto en mi futuro?
¿De dónde sale el cuerpo que acarreas?
¿Eres mortal o dios? ¿Y qué deseas?
De mi ojo te has velado, ¿tras qué muro?
Jeromías (con sorna)
¡Pero qué manera de saludarme!
Pareces detestar cualquier sorpresa.
Si yo escapo al ojo de tu cabeza
Podrías como mínimo admirarme.
¿Pero sabes qué? Creo que te engañas:
En verdad sí disfrutas ser profeta
Y de que nadie crea que la saeta
Dé en el blanco que con tu ojo dañas.
Ante la soledad o la tristeza
Las máscaras impostan el dolor.
Aunque sea tu cáscara el sopor
Ese Don es tu rostro y tu belleza.
Casandra (descolocada)
¿Quién pone esas palabras en tu boca?
¿Acaso eres Apolo reincidiendo?
¿No alcanza con oírme así, gimiendo,
Que vuelves y me acusas de estar loca?
Jeromías
Loca no dije, más bien al contrario,
A tu don sirves, como los demás.
Apolo te oye y no olvida jamás:
Posees un insulto temerario.
Casandra (recuperando confianza)
Una vez que los dioses te castigan
Con ser loca o rebelde o diferente
Poco importan tus gestos a la gente
En tanto algún sendero alterno sigan.
Nadie escucha el detalle de un poema
Que no lleva un título atractivo.
No se fijan de dónde es el olivo:
La mano que lo ofrece es su dilema.
Jeromías
Quizá por eso nadie aquí me atiende
Nadie quiere creer que traigo el verso
Más fiel y poderoso, agudo y terso.
¿Será que de poesía nadie entiende?
Casandra
¿Cómo no adivinar que es la poesía
Lo que te saca a diario de la cama?
Estás borracho y tu nostalgia trama
Darte una noche más de fantasía.
¿Quién eres? No me has dicho y me impaciento
¿Cómo es que tú sí crees en mi don?
¿No buscas que así crea yo en el son
Perfecto que tu verso canta al viento?
Jeromías
No me confundas, no busco el amor
Ese pacto entre egos temerosos.
Traigo el verso entre dedos recelosos
para oírte decir si es el mejor:
Si es que oyes, después de mi partida,
De oradores de lejanas colinas
Un verso aún más caro, si adivinas
Si será Poeta el nombre de mi vida.
Casandra (algo conmocionada)
Pues para comparar tu verso debo
Oír todo el poema de tu boca.
Confieso que tu historia me sofoca
No sé qué día está tramando Febo.
Jeromías (triste)
No tengo más que el verso; pues no puedo
Lograr con él poemas, ni un pareado:
A este destino a mí me han condenado,
Como uva de oro lejos del viñedo.
Casandra (desesperada)
¡Oh ingrato el arcano que nos rige!
¿Por qué nos hace ver nuestra miseria
Usando como espejo la materia
Podrida del que daño nos inflige?
El odio, un pacto oculto entre infelices.
¡En lo cierto tú estabas, yo era bella!
¡Y ahora no estoy sola en la Querella,
Pues tú también, y todos, según dices!
Quizá sólo veo el mar de lo que viene
Para justificar tu verso infame
Por eso tú sí crees en lo que exclame
Mi boca si de mi ojo bien proviene.
Jeromías (exaltado)
Tal vez ni siquiera creo en lo que dice,
Pero me es menester justificar
El único verso que he de cantar
Antes de que en la muerte me deslice.
Casandra (desesperada)
No seas cruel, no sometas más mi alma
A estos juegos perversos de la mente
¡Dime ya ese verso, lentamente,
Así podrás morir en paz y en calma!
Jeromías (arrebato de pasión y risa socarrona)
Espero que no busques convencerme
De que el verso será incomparable,
Y así crea en tu don inenarrable.
Conmovido jamás lograrás verme.
Creer no es amar, o lo es, y aún no vale
Dejar la verdad por ese miedo.
Permíteme salir ya de este enredo
Y dime si mi verso sobresale.
Casandra (al borde de las lágrimas)
¡Ya deja de explicar mi corazón
Y entona el verso de una buena vez!
Jeromías (diligente, serio de pronto)
Aquí va mi verso, dime qué ves:
“¡Tiembla, serpiente, muere ya, dragón!”
Casandra (silencio. Él expectante, ella aterrada con los ojos bien abiertos)
Veo siglos de leyendas de dragones,
Espadas con nombres que matan bestias.
Y veo un joven lleno de modestias
Que incluye entre sus versos mis visiones…
Y entre ellas traza el verso que me has dado
Lo pone entre tus labios de tu nombre:
Jeromías, te llaman, ya eres hombre
Que ante la muerte está justificado.
Jeromías (incrédulo, de rodillas, confuso, llorando)
¿Pero acaso sabrán que el verso es mío?
¿Creerán que lo pensó antes ese joven?
Lograr el mejor verso y que lo roben
¿No hay nadie que comprenda este vacío?
Casandra (recuperando plenamente la confianza, despectiva, y de pronto preocupada y ausente)
Ya has visto tu verso llegar lejos,
Me marcho pues mañana llega Helena
Y con ella el comienzo de la pena…
Ya veo en las estrellas sus reflejos.
Jeromías (se pone de pie y se marcha cabizbajo, murmurando)
Tal vez nunca seré ése poeta
Que el don de este gran verso prometía.
Moriré sin haber, pues, todavía
Entonado esa historia aún secreta
De un dragón cuya sangre asaz ligera
Endurece la piel como el acero.
¿Qué voz me susurró ese derrotero?
Mejor callo, la muerte ya me espera.
(sale)
Casandra (exaltada de pronto)
¡Qué vanidad creerse el mejor poeta!
Nunca dije que su verso es el más noble
Pero él oyó a su antojo y el desdoble
De su ego en vanidad me dejó inquieta.
¿Cuánto puede engañarse quien ansía
El destino inmortal propio de dioses?
Es capaz de ensayar todas las poses
Para ver con cual gana su ambrosía.
Yo no ensayo las poses: sólo es una:
Los humanos desean ver el futuro,
Yo lo veo y no hay nada, lo aseguro…
Más bello es observar la vieja luna.
Jeromías (reapareciendo, lagrimeando)
Regreso a ti, Casandra, aunque lo sepas;
No creo que tu preclaro Ojo ignore
Que soy un harapiento ser; que llore
No debería mover tus firmes cepas.
Casandra (sorprendida)
¿Cómo sabes mi nombre? Eres ufano
Si crees que creeré en esa modestia:
No te he visto venir, mas peor molestia
Es saberte el primero no profano.
Jeromías
No hace falta la fe para creerte,
Pues tu ojo dice siempre la verdad.
Lo sé porque poseen la Beldad
Y la Verdad la misma aciaga suerte.
Casandra (escandalizándose)
¿Es que acaso insinúas que Afrodita
posee la Aletheia, el don vidente
de transformar lo oscuro en evidente?
¿Ó éste el marchitar de aquélla evita?
Jeromías (pensativo)
De esas puertas no tengo yo la llave,
Y veo que tú tampoco, y me sorprende.
Casandra (algo halagada)
El tiempo es río oscuro y mi ojo pende
Del cielo como luna y ve la nave
De cada ser caer en el Leteo.
Mas mi ojo ignora el río de otros cauces.
Jeromías (admirativo, pensativo y cabizbajo)
En cada instante contemplar las fauces
De Cronos masticar a un nuevo reo (levanta la vista):
Compadezco el destino que te han dado
Casandra (conmovida)
La imagen que has usado bien describe
Cada embate que mi cuerpo recibe.
Jeromías (acercándose, susurrante)
Compárteme el dolor, y sea curado.
Casandra (levanta la vista y al verlo extender los brazos da un paso atrás)
¿Qué pretendes, cerrando así los ojos?
Jeromías (abriéndolos y deteniéndose)
Ser, ante el mal, tu égida más ciega.
Casandra (dubitativa)
¿Ciega como el escudo que no niega
rival ni golpe? ¿O crees que son despojos
de miedo y paranoia mis visiones?
Jeromías (deteniéndose, algo suplicante)
Yo creo en tus visiones como un ciego
Sabe cuándo sus dedos tocan fuego.
Casandra (indignada)
Ni el ciego más recóndito en prisiones
Colmadas de vetusta oscuridad
Llegaría a tocar ardiente flama:
No es piel, es el oído el que se inflama
Al oír crepitar con claridad
El fuego cuya música conoce.
Tu símil me produce suspicacia;
Parece que has perdido toda audacia:
Tu hilado de mentiras se descose…
Jeromías (desorbitado y comenzando a desesperar)
Me culpas por no hilar bien mis metáforas,
¿Esperas que sea fiel o buen poeta?
Casandra (dándole la espalda)
Por más que mi ojo ignore la saeta
Que te trajo hasta aquí, no habrá epanáforas
De lo que te diré:
Jeromías (desesperado)
¡No te arrebates!
No dejes que lo incierto te acobarde:
Aunque no me predigas no hay alarde
Que ostente.
Casandra (lo mira, furiosa)
¡Ya me bastan tus dislates!
Aléjate de mí, odre sin juicio.
Ya he dado una respuesta a tu pregunta.
Tu insistencia ante mí sólo barrunta
Tu próxima caída al precipicio.
Jeromías (con el rostro desencajado)
Creí que entre tus ojos y mis versos
Habría qué cantarle a los humanos.
Casandra (soberbia, sin mirarlo)
Creíste ciego y sordo, mas no hay manos
Que junten nuestros hados tan diversos.
¡Ya vete!, no me importa si eres dios
O mortal, pertenezco a la memoria
Que sabe que mañana se hará historia.
Y tú no formas parte, así que ¡adiós!
Jeromías (la mira fijamente, rendido, y se da vuelta y se aleja a paso lento)
Casandra (orgullosa aunque visiblemente confundida)
Haré de este recuerdo un negro olvido.
Nadie sabrá que ignoro el derrotero
De este infame, quien ha sido el primero
En declararse crédulo. Un descuido
Me ha llevado a creer en sus razones.
Iluso como todos, creyó ver
Su nombre en el futuro; creyó ser
Eterno, mas fue dos apariciones.
(Pausa)
Pensando bien los hechos antedichos
Comprendo lo que quieren, la verdad:
No es ser recuerdo de la humanidad
¡Más bien es por Casandra ser predichos!
(Telón se cierra mientras Casandra sonríe mirando el cielo)
Fin
Publicado en Gambito de papel N°9, agosto 2018
¡Hermoso!